Este blog es una iniciativa de tipo personal y un compromiso con la lectura y su promoción. Los textos que hacen parte de las entradas del blog no comprometen a institución alguna y son responsabilidad exclusiva de su administrador.

lunes, 15 de agosto de 2011

Con Ludovico en la biblioteca de Pailitas

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 7:04, under | No comments

Estaba programado para visitar la biblioteca de San Roque, pero en la noche del viernes recibí una llamada de Miriam, la bibliotecaria de Pailitas, me dijo que necesitaba mi presencia en su biblioteca, no me dio más explicaciones; por eso muy temprano salí para ese pueblo con la intención de hacer una corta visita y dirigirme a San Roque, donde también había actividad de promoción de lectura.

Llegué a Pailitas y encontré una veintena de niños reunidos en el patio delantero de la biblioteca. Me saludaron cariñosamente, una niña me tendió unas llaves diciendo: Doña Miriam le mandó las llaves y que ella viene más tarde. Me preocupé, pero no hice preguntas. Abrí la biblioteca y entramos. Los niños como de costumbre tomaron de los anaqueles los libros de su predilección, luego se sentaron y comenzaron a leer. Son niños que leen solos, chicos que leen por el placer de leer. De mi mochila aruaca, saqué un libro que estoy leyendo: “La decadencia de los dragones”, unos ensayos impecables del escritor colombiano William Ospina y me puse a leer en una de las mesas al lado de los niños.

Un toque suave sobre mi hombro me sustrajo de la lectura, al voltear veo la carita sonriente de Martín un pequeño de escasos 7 años que me dice: ­­
—Profe que venga y nos lea algo.
Cierro el libro. Me dirijo a las mesas donde están ellos, les indago sobre lo que leyeron: El título, el tema, el autor, en fin trato de montar una conversación fluida sobre sus propias lecturas. Uno a uno me cuentan en palabras propias lo leído, lo que más les gustó, lo aprendido. Me llama poderosamente la atención que la niña Elizabeth (12 años) al ser interrogada sobre lo que leía me dijo que leía poesía, que a ella, esa era la lectura que le gustaba. Le pedí que nos leyera un poema del libro que tenía en sus manos. Así lo hizo. Al terminar le pregunté: ¿Por qué lees poesía y no otra cosa? Me miró con conmiseración, como diciendo: ¿Pobre, no entiende lo que es poesía? Y sonriente me dijo con voz apasionada: Porque la poesía sale de aquí —puso la mano sobre su corazón. Pregunté al grupo: ¿Qué diferencia hay entre cuento y poesía? Me dieron múltiples respuestas, aceptables para la edad de los chicos (7 a 12 años) Me llamó mucho la atención la que dio Elkin (10 años) “La poesía se lee con otra voz”.

Seguí indagando, me contestan con prisa, como apurándome a que les lea algo. Comprendo su actitud y me dirijo a los anaqueles, busco un libro de cuentos, dudo sobre cual escoger y me decido tentar la suerte, escojo uno sin ver su autor. Lo abro al azar y justo el cuento se titula “Espantos de agosto”

Comienzo dando el nombre del autor, el título del libro, luego doy el título del cuento y pregunto: ¿Que les dice ese título? ¿Que se imaginan que va a pasar? Responden de diferentes maneras, con creatividad, con imaginación. Les leo el cuento con voz neutra, pausado, sin teatralidad. Escuchan en silencio, expectantes, ansiosos. Terminada la historia sueltan una andanada de preguntas: ¿Dónde queda Arezzo? ¿Qué es la campiña toscana? ¿Miguel Otero Silva es real o es imaginación? ¿Quién era Ludovico? ¿Era real o inventado por el autor? ¿Los viajeros eran el autor y su familia u otros viajeros? ¿Por qué Ludovico mató a su amada? ¿Por qué el olor a fresas recién cortadas? ¿Fue un sueño o si realmente amanecieron en el cuarto donde Ludovico mató a su amante?

Luego que indagaron sobre la vida del creador de “El Orlando Furioso” y sobre los pormenores de la historia que leí, les pedí que cerraran los ojos por un momento y que pensaran una historia de espanto. Así lo hicieron, contaron historias creadas por ellos y cuando alguno tenia pena de contarla, salía el pequeño Martín a contar, una, dos, tres historias de espantos creadas con facilidad en su mente prodigiosa. Es que Martín con sus escasos 7 años, es un personaje en la biblioteca ya que narra historias, unas tras otras sin parar, todas salidas de ese magín fantástico que le impulsa a crear.

Miriam, la bibliotecaria llegó a las 11 de la mañana, vino acompañada de varias madres de familia y varios moto-taxis. Entró, saludo y dijo: ¡listo niños nos vamos —y dirigiéndose a mí— vamos profe! Le pregunté que para dónde íbamos. Sonrió y dijo: Para la quebrada, hoy tenemos jornada ecológica. Cruzamos el poblado y tomamos un serpenteante camino rural a orillas de Arroyo Hondo la quebrada que bordea la parte norte del poblado y llegamos donde un río menor desemboca en esta, los niños tomaron los libros de los morrales y leyeron por una hora. Almorzaron un suculento arroz de pollo servido por las madres de familia, descansaron y luego recorrieron el arroyo, con un caudal que apenas alcanzaba llegar a mis rodillas. Los niños recorrieron las dos laderas, observaban la naturaleza, ven el discurrir de las aguas, los árboles, los pájaros, tomaban notas en sus libretas.

Por último reciben la orden de bañarse en el arroyo bajo la mirada tutelar de los padres. Me despedí de esos niños maravillosos y emprendí el regreso a Pailitas donde tomaré un bus con destino a Valledupar donde pasaré el fin de semana. Todo el viaje lo hice pensando en ellos y en la locura de Ludovico y la trágica muerte de él, al morir a dentellada cuando el mismo se azuzo contra sí sus propios perros de guerra.





sábado, 6 de agosto de 2011

A orillas del río Grande de La Magdalena

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 19:38, under | No comments

A comienzo de semana había acordado con Maira que la actividad del Caracolí del Cesar en Tamalameque la realizaríamos en Puerto Bocas, por eso los niños se presentaron puntualmente a la biblioteca, de tal manera que cuando Maira y yo nos presentamos los chicos estaban diseminados bajo los árboles del parque central del municipio.

Maira abrió la biblioteca y con la ayuda de los niños de más edad, se escogieron los libros de la jornada, se prepararon los morrales, mientras se esperaba el carro que nos conduciría a Puerto Bocas, se les hizo una charla sobre el comportamiento que se debía tener en el sitio donde íbamos a hacer la actividad de lectura.

Llegamos a Puerto Bocas a las nueve de la mañana y nos apeamos del carro en el malecón a orillas del majestuoso río Magdalena. La alegría de los chicos era inmensa, corrieron a situarse bajo la sombra protectora de las ceibas gigantes que adornan el paisaje. Allí a orillas del Gran río nos acomodamos en las sillas que para tal fin habíamos llevado. Los niños hablaban al mismo tiempo, preguntaban y discutían sobre los más variados temas del río. Luego poco a poco hicieron silencio.

Tras ellos, de pié, observaba al grupo de chicuelos absortos observando la corriente, que en su recorrido transporta plantas de Jacinto de agua, la que en la depresión momposina llamamos taruya, y uno que otros troncos que flotan a la deriva. La brisa golpea nuestros rostros y el suave rumor del río parece ejercer una misteriosa y fuerte atracción, pues todos, incluyendo a Petrona y Maira observan callados las pequeñas crestas de las olas que reflejan los rayos del sol con destellos plateados. La brisa fresca golpea nuestros rostros y su caricia nos sosiega el alma.

¿Qué les deparará el futuro a estos niños? Pregunta que duele, pregunta que inquieta mi alma.  ¿Cuál será el escritor de mi pueblo? ¿Cuál el médico? ¿Cuál el abogado, el ingeniero, el político, el pescador, el jornalero?
Viendo a esos chicos, concentrados mirando al río, me vino a la memoria una lectura que hice hace muchos años y me transporté al comienzo del siglo XIX a la isla de Faydeau en Nantes, la ciudad francesa donde nació y pasó su infancia Julio Verne, e igual que los niños de El Caracolí de Tamalameque, lo imaginé sentado a la orilla del río Loira observando la corriente de este y dejando correr su prodigiosa imaginación de niño hacia el territorio de la fantasía, a donde tan solo llegan los niños y los genios, que es lo mismo.

Con dificultad logré abrir los ojos a la realidad y le pedí a los chicos que siguieran observando el río por diez minutos más, y después compartir al grupo los pensamientos y sensaciones que les despierta. Parece que no me oyeron, porque ninguno dijo nada, siguieron embelesados mirando el paisaje, no los molesté más, esperé pacientemente que ellos se sustrajeran del embrujo. Y rato después sacaron sus libretas y comenzaron a escribir sus experiencias. La mayoría mostró un sentido ecológico y amor por la naturaleza salpicado de imaginación y creatividad, pues contaron historias donde querían ser peces o pájaros para ir al otro lado del río y ver que había y quienes vivían allá.

Después de esta actividad se les invitó ir al sitio donde Maira había extendido los morrales para que tomaran los libros de sus preferencias. Así lo hicieron y se sumergieron en su lectura, solo deteniendo para tomar el refrigerio, después del cual continuaron leyendo. El tiempo pasó sin darnos cuenta, fue una jornada agradable que se suspendió a las doce del día cuando el vehículo contratado, llegó para traernos de regreso a Tamalameque y a la realidad.





martes, 2 de agosto de 2011

Con El Caracolí en Alto Prado

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 14:26, under , | No comments

Julio 30 de 2011. A las dos y treinta de la tarde salimos camino al barrio Alto Prado, que en realidad es una comunidad rural situada en las afueras de Curumaní a aproximadamente un kilómetro. Llegamos al poblado y nos situamos en una pequeña cancha de futbol cubierta de grama. Ahí desplegamos los morrales y los extendimos en el suelo. Luzleyis (la bibliotecaria) dividió a los niños caracolíes en cuatro grupos e iniciaron el recorrido por las ochenta y tantas casas invitando a los niños a que se acercaran a la cancha.

Los pequeños de la localidad fueron llegando primero con curiosidad y recelo pero la amabilidad de los caracolíes rompió el hielo al brindarles confianza e invitarlos a tomar libros de los morrales extendidos. Los caracolíes se sentaron con los niños y leyeron juntos por espacio de quince minutos, al término de los cuales las niñas Laura Alejandra Carbajalino, Yorlenis Montejo, Kisley Causado, Kely Marcela Quiroz y Maira Alejandra dividieron a los niños en grupos y cada una de ellas se constituyó en líder y promotora de lectura iniciando actividades con el grupo correspondiente.

Luzleyis dividió a los caracolíes en grupos y salieron en un casa a casa realizando la actividad “Te cuento y me cuentas” en tanto las niñas lideres promotoras de lectura leían a los niños del poblado y a los caracolíes más pequeños del taller. Las actividades de lectura las alternaban con juegos y rondas.

Al caer la tarde se recogió los libros y se despidió a los niños del poblado, no sin antes invitarlos a leer y a participar en el taller.

Para mí fue una excelente actividad. Que me dejó claro que el taller Caracolí en Curumaní ha ido formando buenos promotores de lectura y que si uno se fija en la edad de esas niñas líderes 12 a 14 años de los grados 7 a 9 en el bachillerato siente uno la satisfacción de que El Caracolí ha cumplido su misión. Hay promotoras de lectura para rato y además hay amor por la lectura y por los libros.

Puedes observar las fotos en en la diapositiva de abajo o si deseas ver las fotos ampliadas y bajarlas haz clic en el siguiente enlace: Fotos Curumaní

lunes, 1 de agosto de 2011

¿Cuánta Tierra necesita un hombre?

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 13:05, under | No comments


Esta mañana, cuando llegué a la biblioteca de Pailitas había aproximadamente doce niños leyendo en silencio, mientras la señora Miriam, la bibliotecaria, ordenaba libros en las estanterías. Llegamos en silencio, mi esposa tomó un libro y yo saqué de mi morral unas hojas de papel donde la noche anterior había impreso un cuento de León Tolstoi, con el que pensaba realizar una actividad con mis alumnos de grado décimo; nos sentamos y nos sumergimos en la lectura.
Quince o diez minutos después, cuando los niños habían terminado su lectura, Miriam nos saludó amablemente y los niños se acercaron a la mesa donde estábamos leyendo y pidieron que leyéramos en voz alta para ellos, mi esposa había leído la vez pasada y señalándome a mi dijo: Le toca a él!
Les dije que bueno, que para mí era grato leer y más si ellos me escuchaban con atención. Les pregunté qué querían que les leyera y uno de los pequeñines señalando las hojas de papel que tenía en mi mano dijo: ¡Eso!
Pensando en que la extensión del cuento de Tolstoi (7) paginas era mucho y que el tema podía aburrirlos —son chicos en edades entre 7 y 11 años— les propuse leer unos cuentos de Rodari. Sonrieron amablemente y moviendo negativamente la cabeza dijeron en coro: Ese! Señalando las hojas que tenía en la mano. Me encogí de hombros pensando —¡Ustedes mismos se lo buscaron!— y les dije en voz alta: ¡Bueno a leer se dijo!
Leí el cuento de Tolstoi y con las hojas leídas les simulaba el plano de las tierras recorridas por Pahom colocando mi cámara fotográfica, mi lapicero, mi billetera y otros enseres pequeños para marcar los puntos del recorrido desde donde se quedó el jefe de los Baskirs y los montones de paja que iba amontonando para delimitar su propiedad.
En las pausas que hacia para explicar el significado de algunas palabras les miraba a la cara tratando de encontrar alguna señal de fatiga o aburrimiento, pero siempre encontraba en sus ojos una lucecita de asombro y de curiosidad que me animaba a seguirles leyendo. Cuando terminé de leer el cuento se me vinieron con un torrente de preguntas que bullían en sus cabecitas: ¿Repita el nombre del señor? ¿Por qué nunca se conformaba con lo que tenía? ¿El criado por qué no lo ayudó? ¿Por qué tuvo que abrirse tanto? Y por último llegaron a la conclusión de que lo mató la ambición. Cuando les inquirí la relación del nombre con la historia una pequeña muy vivaz dijo exactamente: La que necesitaba para ser enterrado.