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martes, 13 de septiembre de 2011

Un carpintero de corazón enorme

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 14:58, under | No comments

Es sábado, shiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiit, hiende el silencio del alba el ruido que asciende en las alturas, me tapo los oídos con la almohada, espero la atronadora explosión que sobreviene, ¡buuuum! Hay rumor de fiesta. Desde las cuatro de la madrugada explotan en el silencio del alba los voladores. Una llovizna fina riega con delicadeza las calles del pueblo. Parece mentira, siento frío. No puedo conciliar el sueño y decido levantarme. Me siento frente al portátil con deseos de escribir un cuento que ronda mi cabeza desde hace varios días. Estrujo mis sesos buscando la frase del inicio. No llega. Reviso el escrito donde tengo las notas preliminares del tema. Cierro los ojos invocando la inspiración. Nada, no llega la frase inicial que abra el grifo de la historia. Me rindo «en otro momento será» —me digo.

Sobre mi escritorio tengo varios libros de narradores y poetas del caribe, son la fuente de donde tomaré el material a publicar esta semana en mi blog “Libertaletra”. Poso mi vista en ellos, leo sus solapas y notas biográficas de los autores. Hago lectura rápida de ellos para formarme una idea de la temática tratada, de su estilo y del peso de sus textos. Aparto dos, que leeré en la tarde con detenimiento. Me llaman a desayunar. Miro mi reloj, son las 8:45 am, «Es tarde» —pienso— Como rápido y casi sin paladear mi café, termino. Justo en ese momento llega Mayram, la bibliotecaria, me entrega las llaves de la biblioteca y me dice que en el parque están los niños esperándome. El día anterior me dijo que tenía urgencia de viajar y me pidió que le dirigiera el taller de animación de lectura.

Salgo con Petrona mi esposa, quien me acompaña y participa de los talleres. La calle central y las aledañas al parque donde queda la biblioteca tiene una actividad inusual, hay personas extrañas al poblado armando carpas y tenderetes, hacen parte de la barahúnda humana que recorre al país de fiesta en fiesta, vendiendo cachivaches y proponiendo juegos de azar. El pueblo se prepara para la celebración de sus fiestas patronales. Cruzamos la plaza y alcanzamos la biblioteca, una veintena de niños salen corriendo hacia nosotros, nos rodean y saludan sonrientes. Angélica, una niña de once años que cursa séptimo y que escribe cuentos, se dirige a mi diciendo «profe, ¡llegan tarde!» le sonrío y asiento con la cabeza, abro la biblioteca, entran primero los niños y después nosotros. Como siempre se dirigen a los anaqueles y observan los libros con la intención de leer.

Una pequeña se acerca a Petrona y le pregunta «seño, «¿puedo coger libros de allá? » —señala unos anaqueles donde hay libros de temática general— Petrona le dice: «Escoge el que quieras, esta es una biblioteca, y todos los libros están ahí esperando lectores como tú» La niña sonríe y alegre camina hacia el anaquel que señaló, escoge un libro grande y pesado, una enciclopedia ilustrada y con las dos manos lo carga hacia la mesa, lo abre y comienza a hojearlo. Los niños que están en la mesa dejan sus libros, la rodean y por encima miran las ilustraciones de la enciclopedia. Al rato cambian de libro. Petrona y yo intercambiamos ideas sobre la necesidad de proponerles nuevas lecturas, nuevos autores. Ya hay niños que se han leído la mayoría de los cuentos ilustrados y otros ya tienen edad y razón para pasar a otro tipo de lectura, nos ponemos de acuerdo para leerles en voz alta dos temas diferentes, que muestren temas y estilos diferentes.
Les llamo la atención para que hagan un círculo con sus sillas en torno a nosotros, les digo que Petrona y yo vamos a leerles, he tomado un libro de mitos y leyendas colombianas y me decido por la de “El hombre caimán”. Se animan, intervienen, discuten sobre la leyenda. Les interrogo sobre si conocen alguna leyenda, contestan que sí, que conocen varias, las mencionan, intento que cuenten alguna, no se deciden, les hablo de la Llorona, La Luz corredora, pero no se deciden por contar ninguna. No los presiono. Les invito a leer de nuevo y ellos lo hacen con agrado. 20 minutos después dejan de leer y hablan de sus cosas, les dejamos que descansen y 15 minutos después les pedimos que se acerquen y hagan de nuevo el círculo.

Petrona les lee una historia que escuchan con interés. Es la historia de un carpintero ingenuo, con un corazón enorme como una casa y un alma de niño bueno, quien trabaja varios días seguidos y algunas noches fabricando un pedido que le hizo el hijo de Pacho Montiel, un comerciante avaro. Es tal la belleza del objeto fabricado por encargo, que cuando lo termina, llegan en romería todos los niños y algunos adultos del pueblo a admirar tamaña proeza del genio de este carpintero. Todos se admiran y alaban la obra, y uno, el médico Octavio Giraldo propone comprar dicha obra de arte, pero el carpintero se niega ya que es un encargo del hijo de Montiel.

Úrsula, la mujer del carpintero, se llena de ambición y decide ponerle un buen precio a la obra, con la esperanza de quitarle unos pesos al avaro. El carpintero entusiasmado por el interés que su obra ha despertado en los pobladores, sale orgulloso llevando en la mano el producto de su arte. La multitud le sigue hasta la casa de Pacho Montiel, la mujer de este le invita a pasar y el rico avaro desde el cuarto oye el rumor de la multitud y se asoma intrigado preguntando qué es lo que el carpintero exhibe. La obra llega a su clímax cuando el rico avaro increpa al carpintero por hacer tratos con su hijo sin pedir consentimiento a él que es el padre, por tanto pide que se lleve su obra, diciendo que él no dará ni un solo peso por ello. El niño hace una pataleta caprichosa y el bondadoso carpintero regala al chico el producto de su ingenio.

El carpintero ovacionado por el pueblo se dirige a la cantina y entre brindis y brindis, felicitaciones y abrazos se emborracha y hace planes fantasiosos donde se enriquece y brinda a los asistentes teniendo que empeñar su reloj para respaldar la cuenta. La historia termina. Petrona inicia la ronda de peguntas induciendo a los niños a hablar de la historia del carpintero.

Los chicos toman del entorno hechos y personajes parecidos y critican la avaricia de Pacho Montiel diciendo que en el pueblo hay algunos ricos así: desalmados y avaros. Una niña llama la atención sobre la irresponsabilidad del carpintero al emborracharse sin dinero y de los caprichos del hijo de Montiel. Generan una discusión sobre valores y como afectan la familia ese proceder irresponsable. Petrona nota a un niño que ha estado callado todo el tiempo y le pregunta su opinión. Él con seguridad dice «Baltazar el carpintero es un pendejo—hace una pausa y remata— la mujer debe molerlo a palos por idiota! »

Suenan los voladores, repican las campanas de la iglesia y un niño grita: «¡Los números! » se ponen de pié y ya no hay forma de detenerlos, los despedimos recordándoles que el próximo sábado les esperamos.