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lunes, 28 de noviembre de 2011

YO, ME MEO EN BORGES

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 6:25, under | No comments

Por: Pablo Paniagua

“El Borges hablado, ese Borges de conversaciones, de conferencias, de entrevistas, y también el de los ensayos y las críticas, siempre me ha parecido pobre, y más bien superficial. En Argentina me citaban a menudo como excelentes las frases ingeniosas de Borges. Pues bien, siempre sufría una decepción. Aquello sólo era literatura, y ni siquiera de la mejor.”  Witold Gombrowicz

Así de fuerte suena: “Yo, me meo en Borges”. He de reconocer que soy punk. “No hay futuro” gritaba Johnny Rotten, y estoy de acuerdo con él. Miro a mi alrededor y comprendo a la perfección Del inconveniente de haber nacido de Emile Cioran. No hay futuro, eso lo tengo claro, y para expresar dicho sentimiento me meo en Borges, en el pedestal donde le tienen como si fuera un dios, como perro callejero; y también me cago sobre su broncínea imagen, con corrosivo excremento blanco de paloma. Y es que Jorge Luis Borges encarna la tradición de una “cultura oficial” semejante a una excrecencia del sistema fracasado que nos gobierna: icono que ahora me permito derribar.

Detesto al Borges que apoyó con vehemencia a las dictaduras militares de Argentina y Chile; condeno al Borges clasista que miraba con desprecio a los obreros y trabajadores que sacaban adelante a sus familias con sueldos de miseria; censuro al Borges apegado a la élite institucional y cultural de su país; no me gusta el Borges continuador de una tradición literaria sin rupturas; maldigo al Borges incapacitado para escribir una novela; me avergüenzo del Borges sumiso ante las faldas de su madre, al Borges con complejo de Edipo; no me gusta el Borges impotente sexual, el asexuado, el que nunca supo comprobar la humedad de una vagina; rechazo al Borges formal y modesto en apariencia, el hipócrita de voz tierna, el Borges simulador que al final nos desenmascara Bioy Casares; desprecio al Borges ataviado con saco y corbata, con el atuendo de la formalidad, el que ya siendo un adulto pedía permiso a su madre para llegar tarde o salir con una mujer.  

Reconozco que Jorge Luis Borges escribió cuentos maravillosos, pero en su producción no todos alcanzan dicha excelencia: en ellos se distingue la misma estrategia repetida hasta la saciedad, el truco y el artificio, la pirotecnia. Borges fue capaz de escribir los mejores cuentos pero también los peores, tanto como el mismo Aleph que lo representa: una mediocre narración con un final para asombrar a los tontos. Pero incluso, ahí, la crítica no condena ese monumento de cartón piedra: la percepción de un escritor sobrevalorado. Si la figura del intelectual contemporáneo se significa por su independencia frente al poder, cuestionar la realidad, capacidad de disentir y generar corrientes de opinión, en Borges predomina lo contrario, pues él personifica al escritor sumiso ante el poder, el que acepta los convencionalismos sociales, el cobarde que rechaza el sexo, el escritor de buena factura estilística que se vende al sistema para justificarlo, o sea, el antiintelectual perfecto. Si otros escritores miraban hacia fuera, hacia el mundo para explicarlo o analizarlo, viendo la creación literaria como un canto a la libertad, Borges, por el contrario, se canta a sí mismo, sólo especula con las ideas rechazando cualquier posición crítica, para así asumirse como el escritor de la oficialidad, razón por la cual a Borges se le ha perdonado todo: sus coqueteos y alabanzas para las dictaduras militares de derechas, las que proponía, como teórico de lo abismal, para todo el continente Americano y acaso para el mundo. A Borges, repito, se le ha perdonado todo, no como a Ferdinand Céline por su antisemitismo y muy a pesar de haber escrito un monumento literario como Viaje al fin de la noche, donde asume el papel del intelectual genuino que tanto molesta al poder.    

“Yo, me meo en Borges”, insisto. Soy punk y prefiero la otra tradición, la que siempre cuestiona, la que se enfrenta al poder, la mal portada, la directa, la inconformista, la iconoclasta… Prefiero a Franz Kafka con sus novelas inacabadas, a Henry Miller durmiendo al cobijo de un puente en París, a Antonin Artaud en el manicomio, a Allen Ginsberg redactando Aullido bajo los efectos del LSD, a Jack Kerouac de viaje hacia California por la Ruta 66, a William S. Burroughs quemando en una cuchara su dosis de heroína, a Jim Morrison en éxtasis sobre el escenario, al profeta Bob Marley con sus canciones de amor y paz, a Johnny Rotten gritando “no hay futuro” y al replicante albino de Blade Runner muriendo bajo la lluvia.       

Cuando te enfrentas a Borges como lector te deslumbra, pero cuando lo haces como escritor descubres sus trucos, sus debilidades de estilo, y la tan mentada “inteligencia borgiana” se transforma es una pose, una simulación bien disfrazada, pues esa inteligencia de desploma con el Borges antiintelectual que justifica, con razones míseras, superficiales y torpes, a las dictaduras militares de derechas que pisotearon la democracia y la libertad. Yo, me meo en Borges. Viajo hasta el cementerio en la ciudad Ginebra, allí donde está enterrado, y lo hago sobre su tumba. Soy punk. Prefiero mil veces a Omar Viñole con su vaca y sus escritos irreverentes, y al Witold Gombrowicz marginal con sus rupturas experimentales diciendo: “Maten a Borges”.  

Con este escrito sé que importuno a las mentes convencionales, pero no voy a permanecer callado, prefiero mil veces seguir meándome en Borges una y otra vez, seguir escribiendo lo que siento y pienso, a pesar del parecer de los alienados por el sistema y su cultura oficial. “A mí, no me dan gato por liebre.

Tomado de : http://www.escritorweb.blogspot.com/

sábado, 12 de noviembre de 2011

Oscar Parra Barrios

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 11:19, under , | No comments

(Poemas tomados del libro: "Festejo de lo perdido")

ESTE SILENCIO
que derrama la poesía
viene envuelto en un manto
 de asombro.
¡Y cae...
...cae!

¡Dios. mío!...

haz que el vacío
sea menos filoso.

SOPLO  DE TI EMPO
a Bélgica Quintana

Hay un viento
en el hueco del silencio

-pasos que arborecen-
Mientras las horas
se beben mi último reflejo
... Sucede
que me hago luz
al otro lado de las estaciones

AL OTRO  LADO DE LAS ESTACIONES
la ciudad contempla su funeral
de risas

- Átame al silencio -

Sepúltame bajo los mágicos flirteos
que arden a cada instante
en la lejanía de la infancia

HUESOS DERRAMAN SUS HUELLAS
en el afanado abandono de los miedos

¡Ay, dolor! ...

Deja de alegrarte
por lo que no ha ocurrido.

OLVIDO
Déjame abrazarte
También estoy cansado de ese imperio absurdo
de soledades

Bitácora de los trenes:  déjame cavar en ella
mi propio suspiro
o lo poco que me resta  por perderte

Mis huesos están pegados al mismísimo silencio ...


COMO  DUELE SABER QUE YA EXISTO
borbotean  todavía las llagas
en mis huesos

El árbol de los linajes  bañó con su esperma
sombras preñadas de fe
que  a mi sed no dieron muerte.

Ungí los miedos bajo  el sepulcro
de los sinsontes
Y su trinar ha puesto voces a este silencio

VIAJES
El filo de los miedos atravesó
por un costado  del abismo
donde pasó mi infancia
vestida de pájaro

El tiempo rompió fuente
y dio flujo al silencio

Por el mismo hueco
se dieron a la fuga Jos secretos

Entre incendios de campanas
el alma estaba cruzando
umbrales en la sombra  ·

ENTRE NIDOS VIEJOS
miradas curtidas
de aves que emigraron

-Se aletea en silencio
el reposo de los sueños-

Y el alma se adentra
dando vuelcos al pasado

HORAS ESPERAN
más allá de las sombras ...

Espejos reclaman
sus secretos

Nada les tengo...

Todo se derramó durante el viaje.

UNA CONNIVENCIA
de años que corcovean

-rompe las olas como espejos-

Sólo el silencio permanece  intacto
                                                  a Solenys Herrera


Oscar Parra Barrios.  Nace en Aracataca, Magdalena. Poeta y Gestor cultural. Poemas suyos han sido publicados en la Revista Poesía Viva, Cartilla El solar y en el Portafolio Literario Connivencia. Ha participado en las compilaciones de autores Guajiros: “Los Hijos del Pez”, editado por la Universidad de La Guajira; “Palabra y Residencia”, editada por la Dirección Técnica de Cultura Municipal; Cuentos Renata Guajira, como diplomante en el Taller de Escritura Creativa, editada por el Ministerio de Cultura. Actualmente es miembro de la Fundación Atrapasueños. Trabaja como Instructor en el área de Redacción y Sustentación de Informe.





miércoles, 9 de noviembre de 2011

EL FUTURO SE ESCRIBE CON Ñ

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 18:33, under | No comments


Nosotros hablamos español, pero no al modo de España, y lo que es aún más importante: escribimos lo que pensamos y sentimos, pero pensamos y sentimos como lo que somos

por Armando de Magdalena

Quinientos millones de hablantes no es un número menor, pero tampoco nada dice ya que si en realidad el número es lo que importase, el idioma de la China ―con sus mil doscientos millones de habitantes― sería el primero del mundo y no lo es. Lo que generalmente se toma en cuenta en estos casos es que un idioma, para aspirar a ser universal o relativamente importante (ya que la universalidad parece imposible), sea hablado en un amplio espacio vital y no de manera excluyente, en el acotado ámbito de una nación.

Dicho de otro modo, no debe ser un idioma étnico[1] como lo puede ser el catalán o el chino mandarín, o la inmensa mayoría de los idiomas que aun se hablan y que remiten a una realidad cultural única y no albergan, como es nuestro caso, una polisemia que termina redefiniéndolos y ensanchándolos a lo largo de los siglos.

Teniendo en cuenta esto, podríamos empezar aventurando que una lengua para aspirar a cierto grado de universalidad o más bien preponderancia, debe poder albergar dentro de sí otras realidades que exceden el universo de donde emergieron. La capacidad de asimilación de una lengua, la capacidad de dar cuenta y poder nombrar otras realidades que en principio la exceden, es lo que creo las hace grandes y por sobre todo vivas y vigentes.

No es, como veremos, una simple voluntad o posibilidad de serlo. La idea de un idioma universal ya tuvo su punto de llegada en el esperanto. Un idioma artificial creado por un oculista polaco de origen judío, Lázaro Zamenohf, allá por el 1887 y que hoy es hablado por unas 150.000 personas en todo el mundo (lo cual no deja de ser en extremo pobre para un idioma que aspiraba a ser universal; lo que sí prueba esta pobreza es que no hay lenguas sin culturas). En realidad los idiomas que alguna vez lo lograron ―y en esto también hay temporalidad― lo han hecho por relaciones de poder que lo permitieron, no solo por estar vivos y pujantes.

El inglés, que es la primera lengua hablada en importancia, es la lengua de un pequeño país que una vez dominó el mundo. Antes había sido el latín y antes el griego, el egipcio, el persa y así de continuo. Lenguas de pueblos que consiguieron un predomino comercial, político, cultural o militar sobre el mundo por ellos conocido. También fue el caso del árabe esparcido por el mundo a través de una religión: el Islam, pero también del portugués, del español, el francés, el alemán, el italiano, el belga y el holandés, idiomas que junto al inglés fueron lenguas de colonialismo y conquista durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII, XIX y XX.

Lenguas impuestas por Europa a pueblos de cuatro continentes a través de siglos de explotación, muerte y saqueo. Es decir (y aquí aventuramos otro axioma), que la lengua del dominador es “la lengua” y la etimología de la palabra “bárbaro” así lo refiere, ya que bárbaro era para los griegos antiguos todo aquel que no hablase griego. Y esto que ahora parece de perogrullo es tan claro como el agua clara y a su tiempo fue del más estricto sentido común: Colón les hablaba en español a los indios del Caribe y deducía lo que se le ocurría de sus contestaciones (como bien ilustra su diario) ya que ni se le cruzaba por la cabeza que estuvieran hablando otra lengua, sino que estaban mal pronunciando la de Castilla, lo cual era la prueba misma de su barbaridad (tal la ceguera etnocéntrica que ya roza la alienación).

Pero como siempre sucede, toda regla tiene al menos una excepción que la confirme y en este caso la excepción fue el latín, que a principios de la Edad Media terminó siendo tomado como propio por aquellos que arrasaron Europa derrumbando el ―por siglos― omnipresente y omnisapiente Imperio Romano, dando origen a un racimo de lenguas que sirvieron de vehículo (y fueron también resultado) entre el mundo grecolatino, el cristianismo y la “barbarie”.

En este caso, la lengua del vencido se convirtió en la lengua del vencedor y esto solo por que el universo de esa lengua arrasada era más complejo y sofisticado que ese universo del arrasador: somos lo que hablamos y el idioma que no da cuenta de la realidad en su total dimensión (tal cual es vivida y soñada) debe ser ensanchado o sustituido por otro que sí lo logre.

Tal vez en esta excepcionalidad que acabamos de apuntar esté el secreto del futuro prominente de la lengua nacida en los desolados llanos de Castilla. ¿Por qué, a pesar de que es el inglés la lengua política, comercial y tecnológica por excelencia ―en la era de la informática y la globalización― es el español la lengua vedette de este momento? ¿Por qué (ahora mismo) hay 15 millones de personas estudiando español en los lugares más impensados del mundo y hasta los propios EE.UU. (heredera de aquel colonialismo inglés y hoy capital imperial del mundo) se dirige inexorablemente al bilingüismo, al punto de calcularse que en el 2050 cuatro de cada diez norteamericanos hablará español y será allí donde se concentre la mayoría de los hispanohablantes del globo?

La razón no es una, sino todo un abanico

Primero, el nuestro es un idioma que se habla a lo largo y ancho de todo un continente. Se habla obviamente en España ―ya que de ahí vino―, aunque ahora sus fueros se han visto mermados ya que en realidad no existe un “idioma español” sino uno “castellano” que por la propia dinámica y avatares de la historia de la conformación del Reino de España terminó siendo impuesto a la totalidad de los territorios, que a su tiempo fue ganando (de uno u otro modo) dentro de la península, y que ya pasado el tiempo (de absolutismos y dictaduras) muchos se resisten a usar ya que prefieren obviamente su lengua materna… Hablo de gallegos, catalanes, vascos y valencianos (incluso de asturianos que hablan una especie de español arcaico llamado bable). Así y todo, es un hecho que todos entienden y hablan español en España, lo cual ni por lejos crean que es una obviedad.

Pero bien, decíamos América, decíamos España… pero también se habla castellano en algunas pequeñas regiones de África (Sahara occidental, Guinea Ecuatorial, algunas zonas de Marruecos y Argelia) y hasta en Asia encontramos aún hoy hispanohablantes ya que en alguna época fue el idioma oficial de Filipinas. Eso sin contar a esos 15.000.000 de los que hablábamos y que están ahora mismo aprendiendo español en lugares tan remotos e importantes como China, Brasil, EE.UU. y la UE, ya que obviamente lo consideran una de las lenguas del futuro.

El español, nuestra lengua, es la más estudiada en el mundo y hago hincapié en estos 15 millones porque el holandés, que es la lengua de un país que fue a su tiempo la potencia colonialista por excelencia, es hablado por 22 millones de personas en todo el mundo, en tanto el idioma del Dante, por solo 10 millones fuera de Italia. La lengua de Goethe y de Brecht, la más hablada de Europa con cerca de 100 millones, no llega a 20 millones hablantes fuera de esas fronteras. Mientras tanto la lengua de Moliere, Rousseau y de Voltaire, hablada por unos 125 millones en todo el mundo, no es la primera lengua en casi ninguno de los países que estuvieron bajo su égida colonial durante siglos.

En contrapartida, casi 8 de cada 10 de esos 500 millones de hispanohablantes de los que hablábamos al principio son latinoamericanos y tienen al español como primera lengua. Segundo, esto nos trae un dato no menor: el español hace ya mucho que dejó de ser la lengua de España, a pesar de que muchos españoles ―como es de esperar― parecen empeñados en no reconocer que así sea.

Y es que el español se fue convirtiendo a lo largo de siglos en una especie de supralenguaje donde el castellano peninsular es solo una variante más de un idioma que si bien tuvo ya desde el principio una gramática unificada (la de Nebrija 1492, primera gramática de una lengua europea moderna[2]reconoce múltiples subestilos como resultado de la interacción con las lenguas nativas de América, pero también (y ya con anterioridad) con otras lenguas y culturas.

En este sentido es innegable que el castellano es uno de los idiomas más inclusivos que se conozcan. Los préstamos del griego, del árabe, de todo ese mundo impensado que se reveló totalmente nuevo a partir del descubrimiento para sí de América, los anglicismos y galicismos, la permanente reformulación a través de su gran literatura[3] la variedad y riqueza del habla común en todos los países donde esta lengua se enseñorea, y que terminan siendo (esa variedad y riqueza) patrimonio común de todos los hispanohablantes, sumado a una actitud flexible (aunque polémica) de las academias e instituciones que la representan, la defienden, promueven y estudian, son solo algunos factores que intervienen y la han conformado hasta llegar a ser lo que hoy es.

Hay que reconocer que esta capacidad inclusiva y engrosadora de nuestra lengua no es casual, sino más bien mérito del propio “ser español”, ya que aquel Reino de España, más allá del innegable carácter cruento de la conquista, fue el único estado europeo que se planteó “colonizar” los nuevos territorios que había descubierto para sí y para occidente.

Sus posesiones ultramarinas no eran meros puertos, plantaciones o factorías como lo fueron para ingleses, holandeses y franceses, sino que fueron concebidas siempre como una prolongación de sus territorios continentales: hubo saqueo y muerte, pero hubo también Leyes de Indias, universidades e instituciones. Ahí están los pergaminos de los cronistas, estudios de la lengua, la religión, las costumbres, creencias y cosmovisiones de las antiguas civilizaciones americanas. Más allá del para qué de esos trabajos, los trabajos existen y tuvieron impacto, no solo en la lengua, sino en el propio pensamiento del conquistador.[4]

Y es aquí donde ocurre lo maravilloso. El castellano que se introdujo en América fue un castellano vulgar ―ya diferenciado por ese tiempo del habla culta en la península― poblado de arcaísmos y de medias lenguas no saldadas aún con el árabe y el hebreo, ya que ese proceso de amalgamamiento que se iniciaba en América estaba aun en marcha y no había finalizado en la propia España. Colón descubre América tan solo unos meses después de la caída de Granada. Basta ver el antiguo romancero para descubrir esos préstamos no saldados de la media lengua fronteriza entre el Islam y la cristiandad.[5]

Ese habla común es la que primero contactó con nuestro mundo numinoso ya que era el hablado por los capitanes, marineros y frailes que llegaron a estas costas a bordo de las Naos. Fue luego cuando llegaron las universidades, los obispos y letrados, los jurisconsultos y doctores. Ya aquí en el principio, en estos dos niveles del habla del conquistador, es donde se fueron perfilando los caminos disímiles y convergentes de un habla de dos orillas.

El catalán Díaz-Plaja habla de un “castellano mediterráneo” en obvia contraposición a otro castellano de intramuros. Y es tan fácil de rastrear aún hoy la afinidad que hay entre el español que se habla en Latinoamérica y el Caribe y el que se habla en Andalucía y Canarias que no pueden caber dudas al respecto. Luego viene la adaptación de ese idioma y de ese modo a la estructura y los tics propios de las lenguas originarias de América ―y lo que es más importante aún, al imaginario de esas culturas―, un poco más tarde la interacción con lo negro, luego con otras migraciones y por último ―y al mismo tiempo― la dialéctica de retroalimentación entre el habla popular y el habla culta a través de las universidades, la literatura y los textos en general.

Esto es lo que explica que el habla latinoamericana sea inmensamente más rica que el habla actual de los peninsulares (tal lo reconociera recientemente en un programa de la TV española la propia presidenta del Instituto Cervantes). No por que sí. No por una cuestión meramente nacionalista de antropocentrismo inverso, sino porque lo hispano está contenido ya en lo hispanoamericano más allá de que uno participe en la génesis del otro. La lengua no cuajada que aquí trajeron se convirtió de inmediato en otra cosa por la sola y simple razón de tener que explicar lo radicalmente nuevo.

Hoy, el proceso de castellanización revierte y ―por dar un solo caso― hay un aspecto benéfico de la inmigración latinoamericana en España sobre el habla común de los españoles. Esta parece ser la realidad de nuestra lengua a la que con justicia debiéramos llamar a estas alturas “hispanoamericana” ya que lo español “castizo” es de manera indudable solo una parte de la lengua y no su techo o referencia ejemplar: ocho de cada diez hispanohablantes son latinoamericanos y caribeños, ¿cómo podría ser de otro modo?

Desde ya que esto no solo es difícil de aceptar para los españoles sino también para el común de los americanos, ya que fuimos educados en un complejo de inferioridad a través de la cultura oficial realmente imperante a lo largo de más de 500 años. Ese complejo de inferioridad no nos ha permitido siempre, ver lo obvio: todo lo que es propio de la cultura ibera es propio para nosotros, pero nuestra cultura nacida del entrecruzamiento más formidable que jamás se haya producido (sin ninguna exageración) es un resultado superador que también debe ser considerado como propio por la cultura ibera, en tanto ella fue parte del sustrato sutil de aquella primigenia sementera.

Eso sería lo lógico e inteligente ―además de lo justo―, sin embargo no creo equivocarme si dijera que no es esa la actitud de España. Una España que parece empeñada en una especie de suicidio silencioso, ya que de la misma manera que niega aún la España del exilio y la derrota, niega también la España americana que un día consumó lo que la peninsular aún no pudo.[6]

Hay quienes dicen que el Renacimiento de España fue América (yo también lo creo), pero digo además que las repúblicas americanas, aquellas que derrotaron a los soldados del absolutismo español, eran también parte del sueño de una España también vencida como lo fue más tarde la del 36. España, en vez de ser parte de América, de los sueños hechos realidad que eran los suyos también, sigue empeñada en sostener una superioridad que ya perdió en la guerra, pero también en el pensamiento y en la belleza.

La gloria de Cervantes, la gloria del “siglo de oro español”, de Góngoras, López y Quevedos, de los humanistas salamanquinos del XV y el XVI, de los poetas de la guerra civil, de los Unamunos y Ortegas, los Gaos y tantos que sería seguramente imposible, o al menos tedioso nombrarlos, es una gloria que no se extinguirá; lo que pasa es que las culturas son dinámicas y los títulos se deben revalidar a cada momento, porque de no ser así estaríamos ante una mera cultura del holocausto. Una cultura que como decía Ortega y Gasset no vive a partir de su pasado si no “en el pasado”, y eso es lo primero que uno nota apenas pisa España: el inmenso peso de la historia, que es una bendición, pero también puede ser cepo donde fenecer sin darse cuenta.[7]

La cultura hispanoamericana, en contrapartida, vive en su dificultad ―y España vive en ella aunque no lo sepa―, atravesada por sus miedos y frustraciones, con mandatos incumplidos que se empeña en materializar y que a veces logra trabajosamente. Eso la hace aguda, reflexiva, pasional, desesperada, fecunda. El último siglo ha sido testigo de sus capacidades, de su alta potencialidad y sofisticación. Su habla es la expresión de su imaginario ―como no pudiera ser de otro modo― y ese imaginario también ha revertido en maravillosos productos que no pueden ser otra cosa que patrimonio de todos los hispanohablantes y también de la humanidad.

Seis de los once Premios Nóbel de Literatura que ganó nuestra lengua han sido para Hispanoamérica, con omisiones que de tan escandalosas son también ya un premio ―como las de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, o el mexicano Adolfo Castañón―. La importancia de esto no pasa por una mera estadística (favorable en este caso para nosotros) sino por la importancia que las producciones literarias tienen y han tenido siempre en relación al ensanchamiento del lenguaje y de la lengua.

Por eso no deja de dar ternura el énfasis de los medios de prensa españoles ante el Premio Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa… el escritor “hispanoperuano” repetían, y celebraban el reconocimiento de la que creían su sola lengua (como si Vargas Llosa fuera un perico al que ellos le dieron el habla). Sí, Vargas Llosa tiene doble nacionalidad, pero supongamos que su pasaporte en vez español fuera japonés, ¿a alguien se le ocurriría imaginar a los japoneses celebrando para Japón el Premio Nóbel de Literatura? No, realmente no me lo imagino, pero tampoco podía imaginar que lo hiciera España, como lo hizo. Que lo haya hecho no es más que la confirmación de lo que hablábamos. Es simplemente persistir, desconocer que la lengua en la que hablamos ya no pertenece a España. Ningún pasaporte pude acechar la peruanidad de Vargas Llosa ―ni de nadie― por más que Vargas Llosa sea un gran escritor y un gran constructor de la lengua española.[8]

Estado y Nación no son la misma cosa, y aún renunciado a su nacionalidad, una persona no puede renunciar a su pasado, a su genética cultural, a su historia ni a la de su pueblo, a lo que el paisaje le hizo en la piel y en la mirada. ¿Qué es el hombre sino resultado? Decirle a Vargas Llosa escritor “hispanoperuano” (inclusive en ese orden) es una clara muestra de impotencia cultural, pero también de supina ignorancia. El tema es: ¿dónde ―dentro de la lengua― termina España y empieza Perú? ¿Dónde termina Cervantes y empieza Cortázar? ¿En qué momento el verso dejó de ser gongorino para ser nerudiano, la copla soneto o coloquial rima valleja?

Evidentemente la lengua se parece al monte y es inútil ponerle candados. Que 50 millones de personas le quieran enseñar a hablar su propia lengua a 450 millones, no por pintoresco deja de ser ridículo y patético,[9] sobre todo si esos 50 millones forman parte de un país que aunque ahora tiene una tasa de analfabetismo no superior al 2% la tuvo de casi un 70% en 1900, cuando en Argentina era del 53% en 1895 y del 35% en 1914. Si a eso le sumamos que Argentina tiene 200 años como nación, el contraste es aún mas notorio. En el resto del cono sur la situación es más o menos similar, con performances de aun mayores niveles como la de Uruguay o Cuba, paradigma esta última incluso a nivel mundial.

Nosotros hablamos español, pero no al modo de España, y lo que es aún más importante: escribimos lo que pensamos y sentimos, pero pensamos y sentimos como lo que somos.

Desde la crónica al modernismo, desde el boom de la novela al ensayo y las ideas, América va bruñendo la lengua en que piensa y se expresa y eso no es un tema menor en relación al “milagro”. Nosotros no hablamos la lengua de España sino la nuestra, y no tenemos complejos: el Quijote es un gran libro aunque yo prefiera el Martín Fierro. No me es ajeno por lo que ya he explicado: es más, el Quijote y el sargento Cruz se llevarían tan bien como Martín y Sancho Panza; ambos eran gallardos y libres como el viento y aquí sí que aun hay molinos que batir con la lanza.

No importa si el inglés ha obtenido veintisiete de esos Premios Nobel de Literatura, lo que importa sí es que uno de sus máximos exponentes, el infinito William Shakespeare, era un confeso admirador de Cervantes y por ende de la lengua en que Cervantes escribía. Tampoco si el italiano es hablado por solo 10 millones fuera de Europa... el peso del verso italiano en la poesía española es parte del fenómeno, aunque el mundo se empeñe en pelear por las migas.

No es entonces ni el número ni la geografía, ni la extensión o la vitalidad (no es “solo eso”), es la influencia de una lengua en un tiempo determinado, que es lo mismo que decir en un tiempo histórico. Cuando decimos eso hablamos incluso de algo más allá de la lengua como mero arsenal de palabras, hablamos de que las palabras nos anteceden y atraviesan y en definitiva expresan o no la totalidad del mundo material e inmaterial en el que estamos viviendo o queremos fundar.

Estos nacionalismos de parroquia mal servicio le hacen ―justo en este momento resplandeciente― a la lengua que hablamos. Por eso no necesitamos una Real Academia Española que convierta en canon las dificultades que el modo de hablar peninsular encuentra con el lenguaje (no son las dificultades de todos los que hablamos la lengua), necesitamos una Real Academia Española para un lenguaje ancho y extendido y no para convertirlo en asta de descoloridos estandartes de ininteligible heráldica que descoloridos están, no por nuestra culpa sino por ese lento suicidio del que hablábamos: suicidio de negación y de soberbia.[10]

Quien dude de este españolismo de la RAE ―mal entendido por cierto―, de sus circunstanciales faltas de objetividad y sumisiones a intereses extralingüísticos y culturales, que lea los diccionarios del franquismo y que después me cuente. Nuestra lengua se merece mucho más que ser mero instrumento para la recuperación de la autoestima de un antiguo y extinto imperio. Nuestra lengua se ha sembrado en mucha tierra y en cada palmo comenzó una vida distinta. Está claro que no somos una lengua tecnológica (a mí el ordenador no me pregunta: “che boludo, ¿estás seguro de que querés guardar el documento?”), como seguramente no somos una lengua de pragmáticos ni de mercaderes. Y aunque debemos remediarlo en cierto modo, debemos estar orgullosos de que así nos pasara, de ser el Ariel de Rodó, pero también el Caliban de Retamar, ya que esta lengua que llegó junto a la muerte y el saqueo, también nos trajo las grandes pasiones que aun nos atraviesan y nos unen a todos los hombres de la tierra.

Somos en definitiva una lengua de sueños y utopías, de visiones heroicas e inalcanzados horizontes. Expresamos nuestro universo cuando la hablamos, y si eso que decimos es, de facto, algo capaz de conmover al mundo, quiere decir que la grandeza de nuestra lengua y de nuestra literatura es expresión de la belleza de nuestro pueblo y de sus sueños. Hay una estrecha relación entre la vitalidad de los pueblos, entre sus sueños, sus apesadumbramientos, sus afanes y preocupaciones, y la riqueza de su lengua (eso todo el mundo lo sabe).

La palabra “infierno” no existía en América, porque no existía el infierno para los americanos. Del mismo exacto modo nos empezó a suceder después cuando tuvimos que empezar a expresar ese estar a medio camino de dos mundos irreconciliados: nombrar lo nuevo es fundar un nuevo lenguaje. Ese es el secreto, ese es el misterio, la explicación del “milagro”. La capacidad para ver la realidad en toda su sofisticación y complejidad, para ver al futuro y al futuro del hombre dentro de ese futuro, es lo que hace la diferencia entre una gran lengua y la que no lo es, entre una viva y otra que no lo está, entre una del pasado y otra del presente y de lo que vendrá.

Eso es lo que fue el latín para los reyes bárbaros de la Edad Media y es lo que seguramente estará siendo la lengua de los hispanos de todas las orillas de la mar en este instante. No una lengua “más bella o mejor” que la propia lengua, sino un imaginario “más bello y mejor” para la avidez inextinguible del espíritu.

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Notas:

1. Aunque esto de la etnicidad puede ser discutible en tanto y en cuanto una lengua puede ser en un determinado momento una lengua nacional ―en el sentido de comunidad de cultura― y en otro momento histórico dejar de serlo. La polisemia de la que aquí se habla tiene que ver con el proceso de síntesis de dos culturas diferentes y con el desafío que es para una lengua poder dar cuenta de la realidad de ese otro que se quiera asimilar.

2. Esto ha sido fundamental para la unificación y preservación de esa unidad de la lengua a lo largo de los siglos a pesar de la dispersión y multiplicidad de procesos de interacción.

3. Hacemos tanto hincapié en la literatura ya que esta siempre ha ido por delante de la lengua: las exigencias expresivas han alumbrado formas que luego son incorporadas como paradigma por la propia lengua. En el latín vemos frecuentemente de manera clara estas citas a producciones poéticas que terminan siendo ejemplares.

4. La conquista de América y el debate que los abusos y el propio estatus legal de los indios, terminó abonando el ya incipiente humanismo salamanquino y de manera más extendida en el pensamiento avanzado de la época. Obras como La isla de Utopía, de Tomas Moro; Cavitas Solis, de Tomasso de Campanella; o La Atlántida, de Francis Bacon, son resultado directo del Nuevo Mundo y también el primer antecedente del socialismo científico.

5. Sobre todo en las jarchas y mohaxas se ve esta escritura “salpicada” que era en realidad el habla popular de la frontera.

7. Mi sensación siempre ha sido estar en un país grandioso y antiguo poblado de historias y gestas de pueblos de mil épocas y lugares... estar transitando un mundo de inmensos hombres ausentes cuya presencia es apabullante.

8. Y aclaro que no tengo ninguna simpatía personal por Mario Vargas Llosa (más bien todo lo contrario) lo cual no quita que lo que digo es cierto y que además es un gran escritor.

9. Nosotros los rioplatenses pronunciamos la z como s y sin embargo nunca se nos ocurriría proponer la abolición de la Z... los canarios la pronuncian igual que nosotros (igual que muchos andaluces)... de hecho en España la c y la z se pronuncian de igual modo en muchas regiones. Construcciones como el “a por”, tan usado en la península, son para los latinoamericanos totalmente contranaturales y sin embargo nada afecta a nuestra habla su existencia o su uso. Podríamos hablar de la ll que para nosotros suena ye y que para los peruanos y... etc. etc. El voceo, la forma de construir las frases y oraciones... y que sin embargo sin dejar de pertenecer a subestilos, están junto a las propias palabras, a disposición de quien quiera usarlas. En este sentido la normalización atenta contra la riqueza.

10. Otro ejemplo de esta especie de desesperación son los Premios Cervantes, máximo galardón de la lengua. Si se ven las estadísticas, más allá de los nombres y los posibles méritos verán que este premio se entrega una vez a España otra al resto de los hispanohablantes, dos veces a España una al resto de hispanohablantes... esta secuencia 1x1, que a veces es 2x1, nada tiene que ver con la realidad de la lengua: no hay una igualdad entre la potencia de las letras españolas y la del resto de los países hispanohablantes. El Premio Casa de las Américas es una especie de muestra de esta no equiparación.

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Armando de Magdalena nació en febrero de 1963 en Buenos Aires, Argentina. Poeta, ensayista, fotógrafo, hombre de radio, muralista. Hasta el presente ha publicado una veintena de libros, tanto de poesía como de ensayo y crítica literaria. Sus tópicos más visitados son la batalla cultural en América, el arte, la filosofía, el marxismo y la historia. Muchos de sus trabajos han sido premiados y publicados en el extranjero. Armando es miembro de varias organizaciones político-culturales de dentro y fuera de su país. Cofundador de Cultura en Movimiento Argentina. Director de la Brigada Muralística Jorge Calvo y curador de Acercándonos Ediciones. 

Tomado de Cañasanta

lunes, 7 de noviembre de 2011

LA NATURALIDAD EN EL DISCURSO NARRATIVO

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 7:18, under | No comments

Por Juan Manuel Parada
                                                                                                                                                 Escribir es reescribir.
Donald Murray
                                                                                                                                   
¿Imaginas Cien años de soledad firmada por Cortázar o Rayuela firmada por García Márquez? Ambos son escritores de gran talla, influyentes, creadores de una prosa poderosa y distintiva, forjada en un estilo natural, nítido, libre de retórica vana. Su éxito como escritores se basa en lo único de sus estilos, sin duda poseen influencias de otros autores (¿Quién no?) pero el gran hallazgo de sus obras radica en lo personal de sus voces y en la eficacia para contar historias.

Contrario a una prosa natural, tenemos la artificiosa. Como principiantes tendemos a caer en la “imitación de estilos” o peor aún, en el juego del lenguaje “culto”, atiborrando la historia que contamos con palabras rebuscadas o frases altisonantes que más allá de dejarnos muy mal con el lector, opacan cualquier posibilidad que tenga la trama.

Para ilustrar mejor este concepto, le abro paso a un verdadero maestro del cuento breve, Anton Chéjov, quien en una carta del 10 de abril de 1886, (con traducción de Carlos Pacheco) le dice a su hermano:
En mi opinión, una verdadera descripción de la naturaleza debe ser breve, poseer carácter y relevancia. Hay que acabar con lugares comunes como “el sol poniente, bañado en las olas del mar oscurecido, vertió su oro carmesí” o “las golondrinas, sobrevolando la superficie del agua, gorjeaban jubilosas”. Al describir la naturaleza, uno debe atrapar pequeños detalles, arreglándolos de tal manera que con los ojos cerrados se obtenga en la mente una imagen clara. Por ejemplo, si quieres lograr el efecto total de una noche clara de luna, escribe que un trozo de cristal de una botella rota, brilla como una pequeña estrella en el estanque del molino, mientras la sombra oscura de un perro pasa bruscamente como una pelota…
Como ves, un estilo natural es el que se despoja de lugares comunes y bisutería innecesaria, reduciendo el texto a su esencia aún en los casos más barrocos. De allí mi motivación a comenzar con la frase “Escribir es reescribir”, ya que es por medio de la pulitura que los autores alcanzan la eficacia del texto narrativo y vuelvo sobre Chéjov:
Usted como escritor tiene un defecto y uno verdaderamente grave: Usted no corrige… y por eso sus obras resultan adornadas y sobrecargadas… o es demasiado perezoso o no quiere amputar de un solo golpe todo lo que es inútil.
Para lograr una prosa natural, convincente y verosímil, es necesario evitar las “poses”. El lector no puede percibir un estilo fingido o artificioso porque dejará de confiar en la historia. En un relato eficaz, la historia contada está por encima del autor, de las palabras y de las técnicas, estos (en la mayoría de los casos), son un instrumento para conectarse íntimamente con el lector. Recordemos a Juan Calzadilla: En narrativa, el lenguaje es el medio, en poesía, el lenguaje es el fin.

En Poe, por ejemplo, el uso de adjetivos está supeditado a la atmósfera (suspenso, terror o misterio) que el cuento requiere. García Márquez supo aprovechar el sincretismo cultural del caribe para contar historias que hoy son conocidas en todo el mundo. Cortázar, partiendo de la tradición oral, concibió un lenguaje plástico y dinámico con el que creó sus relatos fantásticos y sus monumentales novelas.
Estos tres íconos del relato breve pusieron a su disposición un amplio abanico de recursos lingüísticos, estructurales y literarios, sin embargo, es evidente la gran sutileza con que lo hicieron, o dicho en criollo: no se dejaron ver las costuras. Sus cuentos, hoy día, son motivo de estudio en importantes universidades y los críticos siguen volcados a la interpretación de sus técnicas, pero en el plano de la lectura sencilla, la de a pie, siguen sumando lectores y esto se debe a que cada historia tiene vida por sí misma, gracias a la naturalidad y eficacia con que fueron contadas; han trascendido a sus propios autores.

Llegados a este punto, les transcribo este poema de Charles Bukowski, donde queda manifiesto lo que es el estilo para este original escritor:

ESTILO
El estilo es la respuesta a todo,
una nueva forma de enfrentarse a algo peligroso o aburrido
es mejor hacer algo gris con estilo que hacer algo peligroso sin ningún estilo.
Hacer algo peligroso con estilo es lo que yo llamo arte.
Las corridas de toro pueden ser arte,
el boxeo puede ser arte,
el amor puede ser arte,
abrir una lata de sardinas puede ser arte.
Hay pocos que tengan estilo,
muchos no pueden mantenerlo,
he visto perros con más estilo que las personas,
pero hay pocos perros con estilo,
en cambio los gatos tienen mucho.
Cuando Hemingway se voló los sesos contra la pared de un tiro
demostró su estilo.
A veces la gente te da estilo
Juana de Arco tenía estilo,
Juan el Bautista,
Jesús,
Sócrates,
César
García Lorca.
En la cárcel he conocido a hombres con estilo;
he conocido a más hombres con estilo en la cárcel
que fuera de ella.
El estilo es la referencia,
es una forma de hacer las cosas, una forma de vida.
Seis garzas de pie en un estanque
o tú, saliendo desnuda de una bañera sin poder verme.

Como ves, no se trata de escuelas literarias, ni de estilos a lo Benedetti, se trata de ti, de expresarte como realmente eres, aunque estés ficcionando. O como diría Jiménez Emán: Lo que se debería alcanzar en todo caso es una voz, una escritura, un idiolecto.
Podría enumerarte acá la diversidad de estilos que hasta ahora han clasificado los investigadores y expertos, pero he decidido en su lugar motivarte a explorar el camino hacia esa voz propia que según Sábato no es más que la manera personal de ver la realidad. Piensa en las seis garzas de pie en un estanque, o en ti saliendo desnudo (a) de la bañera sin saber que te ve Bukowski, es emocionante en su voz, pero lo más probable es que en la tuya no sea más que una pose, porque tus intereses son distintos, únicos si se quiere.

Decía Pascal:
Cuando uno se encuentra con un estilo natural, se queda asombrado y encantado: porque esperaba hallarse con un autor y se encuentra con un hombre. Pero, 'estilo natural' no equivale a 'estilo espontáneo', ya que el lenguaje que surge espontáneamente es a menudo el más artificioso, debido a una subconciencia idiotizada de mala literatura.
Y volvemos al punto de partida, la naturalidad y la sencillez son el resultado de un arduo trabajo de reescritura, oficio y honestidad. Ahora bien, es necesario no caer en el error de pensar que nuestra vida es tan importante como para garantizarnos un éxito de originalidad. Proust, recordando el olor de la magdalena en la taza de té que le sirviera su tía, pudo escribir el monumento literario que es En busca del tiempo perdido, a partir de un trabajo de memoria, pero nada garantiza que sentarse a escribir sobre nuestra vida íntima sea de por sí sinónimo de éxito y estilo. De hecho puedes lograr grandes cuentos con anécdotas o experiencias totalmente ajenas a ti, es tu mirada sobre ellas lo que las hace únicas y universales.

Para concluir, algunas sugerencias:

-Evita la formalidad porque enfría la historia.
-No seas enfático, es mejor susurrar que gritar.
-Matiza el discurso, evita dejar todo en evidencia, un sí podría ser un quizá y hasta un no.
-Evita las frases altisonantes, sé sencillo.
-No te tomes la literatura tan en serio, recuerda la plasticidad del lenguaje, su carácter lúdico, sus infinitas posibilidades.
-Como dice Hemingway, ten alerta el detector de mierda.
-Escribe, engaveta y reescribe cuantas veces sea necesario.
-Lee en voz alta, escúchate y suprime todo lo que haga ruido.
-No te aferres a ningún formulario, como dicen por ahí: En literatura no hay nada escrito.

(Capítulo 2 del libro Cuéntamelo todo, sobre cómo escribir un relato breve.)