Anoche, mientras escogía los textos que utilizaría en el taller a realizar en San Roque, me invadió el diablillo de la presunción y hojeando los libros de literatura infantil de mis nietos, me dije: ¿Por qué en tu taller no lees cuentos de Borges? ¿Por qué Cortázar no? ¿Por qué no posas de sesudo y te rebuscas un autor extranjero con un nombre sonoro como les gusta a algunos?
Lo pensé, sospesé los pros y los contras. Sí, ciertamente a muchos les gustaría oír decir que los niños de San Roque leen con deleite cuentos como: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Borges o “Lucas, sus luchas con la hidra” de Cortázar, o qué se yo algo elevado y de mucho estilo y que al mencionarlo te dé “caché”. Pero ocurre que San Roque es un corregimiento del municipio de Curumaní en el departamento del Cesar Colombia y que sus niños son niños normales que apenas están haciendo una aproximación a la literatura y las edades de los que asisten al taller oscilan entre los 7 y los once años y asisten a la básica primaria.
Sacudí la cabeza y espanté al demonio que me hablaba y terminé escogiendo un texto de un hombre sabio, colombiano, de Moniquirá Boyacá, un hombre que tuvo la fortuna de crecer y llegar a viejo siendo un niño, portador del corazón más bondadoso que jamás haya existido, Un hombre que murió repleto de gozo y que siempre escribió para esos ángeles llenos de ternura como los niños de San Roque. Para pesar de mi demonio y gozo de los niños escogí “La señora contraria” de Jairo Anibal Niño. Hice el taller tomando como base esta lectura y les cuento, los niños gozaron, rieron, bromearon y dibujaron a su libre albedrío lo que ellos captaron de “La señora contraria”.
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Fotos del Taller en San Roque
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