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lunes, 4 de julio de 2011

Te cuento y me cuentas

Posted by Diógenes Armando Pino Ávila 11:12, under , | No comments
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La tarde era fresca bajo el cielo azul y una brisa suave que mece los árboles que bordean la biblioteca hacían del lugar un remanso de paz que invitaba a leer. La bibliotecaria, escoge varios libros de los anaqueles y los coloca ordenadamente sobre una mesa. Una sonrisa dibujada en su rostro me indica que algo bueno va a pasar..

Comienzan a llegar los chicos, son niños con edades entre los nueve y los catorce años, parlanchines y descomplicados con una alegría que dejan escapar por todos y cada uno de sus poros. Salpican el ambiente con sus risas y voces y en cada gesto, grito o movimiento que hacen me arrancan sin mayor esfuerzo sonrisas de complicidad. Algunos corretean por los corredores de la biblioteca, otros charlan animadamente sobre episodios del colegio, otros devoran glotonamente algunas golosinas. La bibliotecaria les mira, y yo le miro a ella, y veo en el brillo de sus ojos un amor maternal y un cariño tierno y desinteresado que profesa por los chicos.
Son las dos y cuarto, ya se han reunido alrededor de unos treinta niños, la biblioteca semeja una colmena llena de actividad, los trabajadores del lavadero de autos que queda en frente, miran embelesados a los niños, uno de ellos se acerca y pregunta: ¿De que andan hoy?. Una pequeña de escasos nueve años contesta con orgullo: ¡Vamos a leerle a la gente!

Me interesa el tema, aguzo el oído tratando de escuchar la conversación pero en ese momento uno de los trabajadores del lavadero de autos abre la puerta de un auto azul que está encerando y deja salir una bocanada de música estridente de acordeón que imposibilita escuchar lo que habla el empleado y la niña. No me entero, levanto los hombros y me digo —No importa…me voy con ellos hasta donde vayan!
La bibliotecaria les reúne y con voz suave les pregunta:¿Qué vamos a hacer hoy? Los niños en coro responden: ¿Te cuento y me cuentas?

Los organiza por grupo y parten alegres por una calle lateral. Luego de recorrer unas siete cuadras, La bibliotecaria les detiene y les dice: —Este es el barrio La Ciudadela, aquí vive la mayoría de los maestros de ustedes, hay que portarse bien. Por esa razón escogí este barrio. Son personas de confianza y nos ayudarán a perder el miedo y además nos darán recomendaciones. ¡Bueno, a lo que vinimos!

Los muchachos se reparten, se acomodan en seis grupos de a cinco y ordenadamente toman las tres primeras casas de cada acera y tocan a la puerta de ellas. ¿Quién es? Preguntan desde adentro. El niño líder responde; ¡La biblioteca y los libros!

La puerta se abre de par en par y por ella se asoma una morena que con amabilidad les pregunta — ¿Cómo así que la biblioteca y los libros, cuéntenme?
El niño líder le dice ¿Permite que le leamos un cuento?
¡Claro! —Responde la mujer.
El niño abre el libro que lleva en sus manos. —Este es un cuento del colombiano Jairo Aníbal Niño, se titula: La señora Contraria. El niño comenzó a leer el cuento:

“Colorín colorado, una señora se llamaba contraria…” La voz del niño me llagaba nítida, la historia que contaba me divertía, pues esa señora tenía un perro que hizo un nido en la copa de un árbol y tenía un canario que cuidaba la casa. Ella era como loca pues cenaba en la mañana temprano y desayunaba muy tarde en la noche. Je je je je.

Al terminar el cuento el niño en forma amable le entrega un libro a la señora y le dice: ¿Me cuantas uno?.
La señora sonriendo toma el libro lo ojea brevemente y escoge un cuento y lo lee, este es del ruso León Tolstói y se titula ¿Cuánta tierra necesita un hombre?
La señora cuenta la historia de un labriego llamado Pahom al que su desmedida ambición lo llevó a la muerte. Triste historia que enseña valores y de la cual se aprendió mucho.

Bien así cada grupo de niño tocaba en la casa que le correspondía y repetía la escena con un cuento nuevo, puedo decir que la experiencia fue bellísima y enriquecedora, ya que todos escuchábamos las lecturas y poníamos cuidado a las recomendaciones y correcciones que hacían los adultos.

Recorrieron el barrio y leyeron en todas las casas, los adultos les despedían con palabras corteses de agradecimiento y de aliento invitándolos a volver cuando quisieran para que les contaran y ellos poder contar.
Me sorprendió gratamente oír agradecimientos y comentarios de esos adultos donde algunos decían: Gracias por venir a leer. Desde muy niño no me leían. Ustedes me hicieron recordar a mi madre. Ella me leía todas las noches antes de acostarme.

Cuando ya salíamos del barrio se asomó una profesora y gritó: ¡Luzleyis te felicito por esta labor, ojalá Curumaní te mantenga siempre como bibliotecaria!

Luzleyis sonrió amablemente y dijo: ¡Gracias, volveremos otro día!

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